lunes, 3 de febrero de 2014

Sukkwan Island - David Vann



La ventaja de que alguien te regale un libro es que no lo eliges tu. Suena evidente, pero leer algo que no has elegido no suele ocurrir; es como entrar en una sala de cine sin saber de qué trata la película. La experiencia es muy recomendable porque uno va descubriendo las claves de la historia poco a poco.
En este caso es una historia un poco angustiosa de partida. Un padre se lleva a su hijo a una isla a la que sólo se accede en hidroavión, para fortalecer sus lazos. El padre está separado y en cierto modo piensa que de este modo su vida empezará a mejorar.
Está dividido en dos partes y juega de un modo curioso con el narrador. La primera parte trata sobre todo de los motivos del padre (en realidad de su vida), pero la narra el hijo. La segunda parte, en cambio, la narra el padre, aunque el protagonista (en cierto modo) es el hijo.
Hay otro elemento sorprendente. La narración es plana, casi monótona en casi todo el libro, salvo en ciertos momentos que se vuelve frenética. Consigue por un lado transmitir la sensación de angustia provocada por el aislamiento, con esa monotonía, y a su vez sorprender mucho más en los pasajes frenéticos.
Pero también el libro tiene un punto realista, en el mal sentido. La ficción se crea para que todo tenga un motivo, un porqué, y aunque halla sorpresas, los autores las suelen justificar. En este caso las sorpresas vienen porque sí, y ya está. Y aunque mantienen viva la narración, te dejan estupefacto (vamos, con cara de tonto).

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